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❤️ Biografía de Antonio Pérez Henares

Ver el perfil del autor Roger Casadejús Pérez
Esta ficha de autor ha sido creada y escrita por Roger Casadejús Pérez
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Antonio Pérez Henares

Antonio Pérez Henares, nacido en Bujalaro (Guadalajara) el 15 de octubre de 1953, es un escritor y periodista español que combina la crónica y la narrativa histórica con una mirada comprometida hacia la memoria colectiva. Su obra se ha centrado en reconstruir paisajes humanos y étnicos, desde la prehistoria peninsular hasta la Edad Media, pasando por memorias personales del tardofranquismo.

Como periodista, desempeñó labores desde muy joven en diversos medios y actualmente colabora en prensa escrita, radio y televisión. En el ámbito literario es autor de novelas, libros de viajes, poesía y ensayos sociales, y ha sido galardonado con premios como el Tigre Juan o el Premio de Novela Histórica Ciudad de Cartagena.

Vida y formación

Antonio creció en el pequeño municipio de Bujalaro, en la provincia de Guadalajara. Allí realizó sus primeros aprendizajes de lectura y escritura en la escuela rural del lugar, guiado por un maestro local. La familia se trasladó por un tiempo a Durango (Vizcaya), donde estudió parte del bachillerato en un colegio de los jesuitas, con beca. Al regresar a Guadalajara, completó su formación secundaria en esa ciudad, donde se vinculó con movimientos culturales juveniles de ambiente progresista.

Posteriormente, ingresó en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Madrid, donde adquirió instrumentos teóricos para observar la realidad sociopolítica de España. En esa etapa juvenil también se aproxima al ámbito del compromiso político y social, afiliándose en 1968 al Partido Comunista de España (PCE). Durante los convulsos años finales del franquismo y el tránsito hacia la democracia, su formación intelectual se nutrió tanto de la teoría política como del activismo cultural.

Desde muy joven mostró un interés fuerte por la escritura y por las formas de contar el pasado, el viaje y la memoria. Esa inclinación literaria se manifestaría más adelante en la mezcla de géneros que caracteriza su producción: periodismo, novela, ensayo, poesía, crónicas de viajes y memoria personal.

Trayectoria profesional

Su carrera periodística comenzó a los dieciocho años en el diario Pueblo. Más adelante colaboró con publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo y programas de radio como la Cadena Ser. Con el tiempo asumió responsabilidades de dirección: fue director de la revista Tribuna entre 1996 y 1999, y también ejerció como director de publicaciones del grupo Promecal. Durante años coordinó ediciones especiales en La Razón, y dirigió el grupo de publicaciones del citado grupo de prensa regional.

Como columnista, sus textos se difunden mediante Europa Press y otras plataformas, y es colaborador habitual en radio y televisión en espacios de debate político y cultural. También preside la Asociación Escritores con la Historia, un proyecto que agrupa autores que combinan narrativa e historia.

En paralelo a su faceta periodística, desarrolló una carrera literaria sólida. Su inquietud por los escenarios remotos del pasado le llevó a acometer trilogías e historietas históricas con ambientaciones que oscilan entre la prehistoria y las fronteras medievales. Paralelamente cultivó géneros distintos: poesía, crónica de viajes, ensayo social y memoria personal.

La fusión entre periodismo y narrativa le ha permitido mantener un pulso constante con la actualidad cultural y política, aplicando al hecho literario herramientas de observación y documentación periodística. Su obra literaria se ha difundido no solo en círculos especializados sino entre lectores interesados en la historia contada desde perspectivas humanas.

Obras literarias destacadas

Entre sus primeras obras de narrativa figura Las bestias, con la que obtuvo el Premio Emilio Hurtado de Caja España. También en sus primeros años consiguió el Premio Tigre Juan por La cruzada del perro. Ha firmado novelas como El hijo del italiano, El río de la Lamia (que marcó un retorno a la narrativa de creación) y La tierra de Álvar Fáñez (2014), una novela ambientada en la frontera medieval española con personajes como el Cid y Alfonso VI.

En su faceta de trilogía prehistórica sobresalen Nublares, El hijo de la Garza y El último cazador. A ellas se suma La mirada del lobo, en que recrea el momento del vínculo entre hombre y lobo en el Paleolítico. Otras novelas de temática fronteriza o histórica son El Rey Pequeño (en tiempos de Alfonso VIII) y Tierra Vieja, sobre vidas sencillas en zonas fronterizas medievales. Más recientemente ha publicado Cabeza de Vaca (2020), que narra la vida del expedicionario español Álvar Núñez Cabeza de Vaca desde su mirada como “gran chamán blanco”. También ha incursionado en la memoria personal con Yo, que sí corrí delante de los grises, donde evoca los años finales del franquismo vividos desde la juventud comprometida.

En el terreno del ensayo y el pensamiento social, firmó trabajos como Los nuevos señores feudales, Nobles y plebeyos y La conducta sexual de los españoles (este en colaboración con Carlos Malo de Molina). En poesía publicó libros como Animales, vegetales y minerales y El vuelo de la Garza. En el género del viaje literario destacan Un sombrero para siete viajes y El pájaro de la aventura.

Su obra aborda tantos episodios históricos como viajes interiores, siempre con una mirada centrada en el actor humano y su contexto cultural.

Temas y estilo narrativo

Sus textos literarios exploran recurrentemente la relación del ser humano con su entorno natural y su pasado, mezclando arqueología emocional, reconstrucción histórica y relatos de identidad colectiva. En especial, la prehistoria peninsular ocupa un lugar central: en sus novelas el autor busca trazar los gestos humanos primigenios, el pulso salvaje y los vínculos originarios entre criaturas y paisajes.

También es frecuente en su obra el tema de las fronteras —físicas, culturales y temporales—. Ya sea en el paso del Paleolítico a las edades históricas, en los márgenes medievales de la Reconquista o en la memoria del franquismo tardío, Pérez Henares indaga cómo los protagonistas sobreviven, negocian identidad y construyen comunidad en territorios limítrofes.

El viaje literario, tanto interno como externo, atraviesa gran parte de su producción. No solo narra paisajes geográficos, sino rutas personales del conocimiento del pasado, del paisaje y de la conciencia. Esa vocación de viajero se fusiona con la mirada del periodista: el rigor documental, el testimonio y el contexto son pilares que sostienen la ficción o la reflexión.

Su estilo suele equilibrar la pulcritud documental con la escritura evocadora. No es raro que escenas de naturaleza, paisajes o costumbres sean tratadas con lirismo, sin caer en el barroquismo. Las descripciones se deslizan con precisión y economía, y los diálogos y el ritmo narrativo buscan mantener coherencia histórica y verosimilitud humana.

Otro rasgo relevante es la presencia de voces íntimas y memorias compartidas: el escritor se sitúa en la tensión entre el pasado colectivo y su propia biografía, trazando una línea entre lo vivido y lo imaginado. En obras como Yo, que sí corrí delante de los grises evidencia esa convivencia entre la experiencia y la reconstrucción narrativa.

Reconocimiento y legado

A lo largo de su trayectoria ha sido merecedor de varios galardones literarios. Entre ellos destacan el Premio Emilio Hurtado, el Premio Tigre Juan por La cruzada del perro, y el Premio de Novela Histórica Ciudad de Cartagena por El último cazador. En 2022 fue distinguido con el Premio Iberoamericano de las Letras de la Fundación Carlos III. Fue nombrado académico correspondiente de la Real Academia Hispanoamericana de Ciencias, Artes y Letras.

Su presencia en el ámbito cultural español trasciende la narrativa: como periodista y comentarista ha participado en tertulias relevantes, ha dirigido publicaciones y ha sido voz habitual sobre asuntos sociales, políticos y culturales. A través de su columna y colaboraciones en medios, ha mantenido una interlocución constante con la realidad contemporánea.

El legado de Pérez Henares se inserta en ese espacio intermedio entre la divulgación histórica y la novela literaria. Ha influido en lectores que buscan acercamientos verosímiles al pasado, pero también ha inspirado a escritores que desean combinar el rigor con la emoción narrativa. Su asociación con grupos como Escritores con la Historia ejemplifica su misión de apoyar la literatura con fundamento histórico.

Además, su propio pueblo natal, Bujalaro, le ha honrado nombrando una plaza con su nombre, en reconocimiento a su fidelidad a las raíces alcarreñas.

Su producción plural —que recorre poesía, ensayo, novela histórica, crónica de viajes y memoria— representa un modelo de autor que no se encasilla: ha sabido moverse entre géneros con coherencia, manteniendo un sello personal. Su compromiso con el pasado lo convierte en un puente entre historia y memoria literaria, y su voz periodística le ha permitido transmitir al gran público sensibilidad hacia el patrimonio cultural y humano.

En el mapa literario español contemporáneo, ocupa un lugar distintivo: escritor de largo recorrido, atento al paisaje interior y exterior, capaz de conjugar saber con emoción. Su obra perdurará como testimonio de cómo los hechos históricos pueden activarse desde lo íntimo y lo cultural, sin renunciar a la complejidad de la evidencia.




💥 Nuestra crítica y opinion personal sobre sus obras

¡Imporante! La siguiente crítica representa una opinión personal basada en una lectura atenta de las obras de Antonio Pérez Henares y no pretende ser una verdad universal ni un juicio definitivo sobre su trabajo.

Te agradeceremos mucho que nos des tu opinión o tu crítica en nuestro foro.

Crítica general de sus obras

La producción literaria de este autor se sitúa en una confluencia habitual entre la novela histórica, la memoria y la recreación antropológica de sociedades pasadas. A través de su bibliografía, combina rigor documental con imaginación narrativa, configurando relatos que aspiran tanto a capturar el vértigo del pasado como a insuflarlo de voz humana. En su conjunto, el corpus muestra una voluntad de bucear en los intersticios del tiempo —prehistoria, Edad Media, encuentros transoceánicos— con un horizonte ético que recuerda al compromiso del historiador y al pulso del narrador. La presente crítica aborda sus obras desde el estilo, los temas recurrentes, sus grandes fortalezas y algunas limitaciones, para culminar con una valoración equilibrada de su aportación literaria.

Rasgos generales de su estilo

Una de las características más recurrentes en su prosa es la tensión entre lo documental y lo evocador. Posee un estilo claro, cuidado y despojado de exceso ornamental, que privilegia la precisión en los datos históricos pero sin renunciar a detalles sensoriales (paisajes, olores, paisajes naturales). Esa sobriedad descriptiva facilita la inmersión del lector, al entregarlo a un escenario con credibilidad sin saturarlo de «datos enciclopédicos». En novelas como La Española, logra que pasajes complejos o de gran densidad histórica avancen con fluidez narrativa, de modo que la erudición no se convierte en hábito pesado sino en sustento de la ficción.

El ritmo narrativo tiende a alternar partes más contemplativas —paisajes, viajes interiores, reflexiones— con episodios de tensión dramática o enfrentamientos colectivos. Eso le permite modular la lectura y evitar una tensión sostenida constante, lo que en muchos casos favorece que el lector respire entre pasajes históricos densos. En determinados momentos, algunos críticos han observado que ciertas escenas de acción pueden resultar menos contundentes que las descripciones físicas o ambientales, lo cual apunta a un contraste interno en el pulso narrativo.

Otra nota estilística importante es su uso mesurado del diálogo: lo emplea como instrumento de verosimilitud, no como artificio literario. Esa restricción deliberada del diálogo contribuye a reforzar el sentido de “voz antigua” en muchas novelas, aunque en algunos casos puede dar la sensación de lentitud o de transición excesiva a través de capítulos más narrativos. También cabe destacar su inclinación por la voz múltiple o polifónica en muchos momentos, permitiendo el cruce de perspectivas que aportan profundidad al relato colectivo. En suma, su estilo articula verosimilitud, contención y evocación, en una combinación poco frecuente entre autores de histórica narrativa.

Temas recurrentes y visión del mundo

La reconstrucción del pasado es el núcleo temático de su obra, pero no como ejercicio helado, sino como una médula vivida por personajes necesarios: seres humanos que sienten, luchan, dudan o construyen comunidad. Su literatura explora ese cruce entre el individuo y la cultura; entre lo local y lo trascendente. Ese énfasis humano da acceso a facetas menos visibles del pasado: los silencios, los gestos íntimos, los vínculos con la naturaleza.

Muy vinculado a ello aparece el tema de la frontera: geográfica, étnica o temporal. En sus novelas medievales, las líneas de frontera entre cristianos y musulmanes, entre paisajes saqueados y tierras repobladas, entre fronteras interiores y exteriores, permiten reflexionar sobre identidad, pertenencia y mestizaje. En sus obras prehistóricas, esas fronteras son ya primitivas: entre especies, entre grupos humanos, entre cultura y naturaleza. Esa mirada liminar le permite acercarse a lo humano en su estado de transición constante.

El viaje interior, la memoria, el paso del tiempo como erosión cultural o como renovación también aparecen con frecuencia. No se trata solo de narrar hechos épicos o batallas, sino de narrar cómo las generaciones sucesivas perciben el legado: mitos, tradiciones, lenguajes perdidos. Esa tensión entre lo ancestral y lo emergente alimenta buena parte del ethos de su narrativa. En algunos textos más autobiográficos o de memoria reciente, emerge un tono melancólico y reflexivo, que contrapone el pasado personal con las metamorfosis sociales.

La moralidad, sin embargo, no se impone como dogma, sino como inquietud. Sus personajes no son santos ni villanos absolutos, sino sujetos en el territorio ambiguo de las decisiones históricas. Esa ambivalencia permite abordar temas como la violencia, la traición, el poder, la naturaleza humana, sin reducirlos a fórmulas previsibles. En última instancia, su visión del mundo asume que la Historia está hecha por decisiones difíciles, por territorios de sombra y claros, por resistencias y reconciliaciones incompletas.

Puntos fuertes

La documentación es uno de los baluartes más meritorios de su narrativa. En muchas obras —como La Española o sus novelas medievales— logra una reconstrucción detallada del ambiente cultural, político, social y natural, con credibilidad y sin ostentación. Esa base documental legitima su propuesta literaria y le confiere autoridad en un género donde ese equilibrio resulta especialmente delicado.

Otra fortaleza radica en su voz narrativa coherente a lo largo del tiempo. No pierde consistencia ni rigurosidad pese al cambio de época o de escenario: ya sea en la prehistoria, en el medievo o en la España ultramarina, mantiene un estilo reconocible y un punto de tensión entre lo íntimo y lo histórico. Esa solvencia permite que el lector reconozca una autoría sólida y homogénea pese a la diversidad temática.

El tratamiento de personajes es otro acierto. Aunque muchas de sus figuras no demuestran gestas grandilocuentes, están trazadas con humanas contradicciones. Incluso personajes secundarios o colectivos tienen espacio narrativo real, alimentando el sentido de comunidad y horizontalidad. Esa distribución del foco narrativo en múltiples voces humaniza el relato histórico.

Otro punto de mérito es su capacidad de llevar el pasado al presente. Las tensiones que recrea —choque cultural, frontera identitaria, memoria y olvido— reverberan hoy en discursos contemporáneos. Esa dimensión reflexiva le permite ofrecer lecturas de actualidad sin coyunturalismos, aportando al lector motivo para pensar su propia época desde el eco del pasado.

Finalmente, su versatilidad genérica: no se encasilla. Incursiona en la crónica de viajes, la memoria, el ensayo y la poesía, ofreciendo al lector múltiples puertas de entrada a su mundo literario. Esa pluralidad da mayor densidad a su propuesta global.

Puntos débiles

La ambición documental, precisamente, acarrea a veces el riesgo de ralentizar la narración. En ciertos momentos, el lector puede percibir pasajes de transición excesivamente extensos, con densidad informativa elevada que dificulta el avance ágil. Esa tensión entre erudición y ritmo puede generar momentos de lectura extensa para lo que sucede en términos de trama.

En algunas novelas de acción o conflicto bélico, la fuerza dramática no siempre alcanza la intensidad esperada. En esos pasajes, la acción puede sentirse como subordinada a la reflexión o al contexto, y en algunas reseñas lectores han apuntado que esas escenas quedan algo diluidas frente al peso de la ambientación.

Otra crítica recurrente es la asunción de ciertos puntos de vista que pueden resultar más propios del escritor que del personaje histórico. En algunos fragmentos, decisiones morales o juicios implícitos pueden parecer más reflexiones del autor que consecuencias propias del contexto. Esa tensión autoral puede diluir, en ocasiones, la suspensión de incredulidad total.

Algunas obras demandan del lector un compromiso previo: el disfrute pleno puede requerir conocimientos históricos o sensibilidad por el género. No son lecturas livianas. Para lectores expectantes de tramas más ligeras, ciertas novelas pueden resultar exigentes.

En ocasiones, se ha echado en falta un mayor contraste entre voces femeninas o perspectivas menos centradas en lo masculino: aunque hay personajes femeninos relevantes, el eje central narrativo tiende a personajes masculinos o colectivos con protagonismo decidido. Este sesgo no invalida la obra, pero abre camino a lecturas críticas sobre la representación.

Valoración final

En conjunto, la obra literaria de este autor representa una aportación significativa a la novela histórica en el ámbito hispano. Su compromiso con la reconstrucción documentada del pasado, unido a una sensibilidad narrativa que busca dar voz al humano olvidado, imprime en cada novela una densidad reflexiva poco común.

Aunque su ambición y minuciosidad comportan el riesgo de ralentizaciones puntuales o de contrastes en escenas más dinámicas, esos matices no restan valor a una obra que sabe conjugar emoción, reflexión e historia con solvencia. La voz autoral que emana a lo largo de su producción es convincente, con una integridad interna sólida.

Su obra empuja al lector a contemplar la Historia no como museo inmóvil, sino como tejido activo de presencias humanas: mitos, fronteras, sacrificios, resistencias. Esa capacidad para hacer vibrar el pasado con sentido para el presente es uno de los legados más valiosos de su narrativa.

Por tanto, su literatura se sitúa entre las más interesantes del panorama español contemporáneo en su género: capaz de atraer a lectores exigentes y de aportar al acervo cultural una mirada que une rigor con latido humano.

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