Libros de Agustina Bazterrica
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❤️ Biografía de Agustina Bazterrica
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Agustina María Bazterrica nació en Buenos Aires en 1974. Desde muy joven se vio inmersa en un entorno culturalmente rico: parte de su formación familiar tuvo que ver con una abuela materna lectora apasionada y una madre dedicada a la sociología y el activismo, lo cual le brindó una sensibilidad especial frente a las tensiones sociales. Con el paso del tiempo, esa herencia intelectual se convirtió en motor para su vocación literaria y crítica.
Estudió Artes en la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde adquirió herramientas conceptuales que luego aplicaría con libertad en su escritura. Al culminar esa formación académica, comenzó a desenvolverse en ámbitos literarios porteños, participando de talleres, concursos y espacios de creación colectiva. En paralelo, se involucró en la gestión cultural: fue gestora y curadora, junto a Pamela Terlizzi Prina, del ciclo Siga al Conejo Blanco entre 2015 y 2020, un proyecto de difusión artística y literaria que buscaba tender puentes entre diferentes manifestaciones culturales.
Durante sus primeros años como escritora fue activa en el circuito de concursos de cuento: obtuvo el Primer Premio Municipal de Cuento Inédito de la ciudad de Buenos Aires (2004/05), y logró el primer lugar en el XXXVIII Concurso Latinoamericano de Cuento “Edmundo Valadés”, en Puebla, México, en 2009. Estos reconocimientos tempranos no sólo validaron su voz sino que le permitieron incubar una disciplina escritural sostenida. Así, fue acumulando menciones y distinciones que trazan la constancia con la que cultivó el relato breve.
En 2013 dio a conocer su primera novela, Matar a la niña, publicada por Textos Intrusos. En esa obra se percibe ya una inclinación hacia las zonas oscuras de la psique humana, el poder, la culpa y el conflicto interior. Después, en 2016 publicó un libro de relatos titulado Antes del encuentro feroz, bajo el sello Alción Editora. Este volumen fue reeditado en 2020 por Alfaguara bajo el nuevo título Diecinueve garras y un pájaro oscuro, incorporando una mirada más madura sobre sus temas recurrentes.
El verdadero salto hacia la consagración internacional llegó en 2017 con la publicación de Cadáver exquisito (Editorial Clarín / Alfaguara). Con esta novela alcanzó el Premio Clarín de Novela ese mismo año. La obra fue traducida a más de treinta idiomas y generó debates intensos en diversos países. Su versión en inglés, Tender Is the Flesh, solidificó su posición en el circuito literario anglosajón. En 2021 esa versión recibió el galardón Ladies of Horror Fiction Award a la mejor novela, siendo la única finalista que no había sido escrita originalmente en inglés.
La novela es una distopía cruda en la que una sociedad, como reacción a una crisis alimentaria, legaliza el consumo de carne humana. En ese mundo, un empleado de un frigorífico comienza a ver los “productos especiales” como seres y no como meros objetos, lo que desata para él un conflicto moral devastador. A partir de ese conflicto instala Bazterrica preguntas sobre la ética, la crueldad, la automutilación de lo humano y la complacencia del lector frente al horror cotidiano. En distintas entrevistas ha comparado explícitamente el capitalismo con un forma de canibalismo simbólico, evidenciando así cómo la literatura para ella es también un espacio de crítica social.
Con posterioridad publicó Las indignas en 2023 (título original en español), otra novela distópica en la que aborda el femicidio simbólico, el control patriarcal, el poder religioso y el colapso climático. En ella, un convento se convierte en escenario de opresión: las mujeres son vigiladas, escalonadas en jerarquías, sometidas a rituales y órdenes draconianas. La narradora —una de las llamadas “indignas”— mantiene un diario y desafía reglas en un mundo que se ha derrumbado por fuera. Esa obra ha sido reconocida como una continuación temática de su interés por el cuerpo, el género y la opresión estructural.
En paralelo con su producción narrativa, ha tenido un rol relevante como jurado en concursos literarios, actuando en certámenes como el Premio Fondo Nacional de las Artes (2021) o el Premio Itaú de Cuento Digital (2022). También dicta talleres de lectura y escritura, tanto en modalidad presencial como online, a menudo en colaboración con la escritora Agustina Caride. Su voz se ha convertido en referente para muchas nuevas generaciones que investigan cruces entre lo fantástico, lo social y lo político.
Uno de sus rasgos de estilo distintivos es su voluntad por escribir desde la incomodidad. En entrevistas ha dicho que “la pasividad también es una elección”, señalando que la literatura que le interesa es aquella que obliga al lector a cuestionar sus certezas. Ella regresa continuamente sobre sus propios textos, reelabora ideas, interroga lo que le resulta injusto del mundo. No rehúye hablar de lo horroroso, pero procura hacerlo con belleza, tensión y sentido poético.
Además, reconoce que gran parte de su impulso creativo viene de experiencias personales, lecturas acumuladas y pensamientos constantes sobre las desigualdades. Su trabajo especialmente examina el cuerpo —y cuerpo femenino— como territorio de poder y resistencia. También ha explorado la idea de que la indiferencia es un modo de violencia estructural, algo que atraviesa sus ficciones y reflexiones literarias.
Desde el punto de vista editorial, su prestigio ha permitido que sus libros ingresen con fuerza al mercado internacional: Tender Is the Flesh vendió decenas de miles de copias en su versión en inglés, y hay planes de adaptar esa novela a formato de serie de televisión. Su visibilidad ha generado que voces de países de habla no hispana la conozcan como representante contemporánea de una narrativa latinoamericana aguerrida y disruptiva.
En cuanto a su biografía personal, Bazterrica describe que creció “en una cuna de cultura”, con referentes intelectuales que la marcaron desde niña. La figura de su abuela materna era lectora voraz, y la de su madre —socia del activismo social asociado a redes y vejez— era alguien que promovía causas de inclusión. Esa herencia familiar le dio sentido del compromiso moral que luego articula en su obra literaria.
Hoy vive en Buenos Aires y continúa expandiendo su carrera: participa de conferencias, congresos literarios, ferias del libro y encuentros internacionales. Su escritura exige del lector una tensión ética: no es complaciente y tampoco se disfraza de mero horror, sino que intenta desbordar los géneros. La producción futura promete seguir explorando territorios limítrofes entre la distopía, el género y la ecocrítica.
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Las ficciones de esta autora suelen inscribirse en los márgenes genéricos: distopía, horror especulativo, relato social, géneros fronterizos. Pero más que buscar la etiqueta, lo que une sus obras es una voluntad de confrontar al lector con dilemas morales radicales, de exponer el cuerpo y la violencia institucional, y de interrogarnos sobre los mecanismos de control. En todas ellas hay un pulso crítico que no rehuye lo desagradable, que arrastra al lector hacia zonas inquietantes de reflexión.
Ese perfil narrativo le da coherencia transversal: los conflictos centrales raramente son individuales sin implicaciones estructurales. Por eso sus textos suelen leerse tanto como alegorías contemporáneas como también como ficciones autónomas. Esa tensión entre lo simbólico y lo literal es una de sus cartas de fuerza, aunque también es fuente de sus desafíos.
Puntos fuertes
A continuación se exponen las principales virtudes que suelen reconocerse en su obra:
Valentía temática y riesgo moral
No teme abordar lo extremo: canibalismo, opresión religiosa, manipulación del cuerpo humano, sistematización del horror. Esa audacia temática es un combustible poderoso para generar reflexión y búsqueda de empatía. No es literatura “comodín” sino literatura que incomoda. En particular, la forma en que sube el tono sin caer en lo gratuito revela que hay una conciencia ética detrás del exceso.
Potencia simbólica e intensidad alegórica
Las tramas extremas funcionan como espejos deformados del presente: los “criaderos de humanos” remiten a las fábricas de carne, al capital depredador, a las lógicas de consumo; en su novela reciente, el régimen interno de un convento opresivo es un microcosmos del patriarcado, los dogmas y las jerarquías institucionales. Esa capacidad de transformar situaciones absurdas o surrealistas en metáforas densas es una marca estilística poderosa.
Lenguaje cuidado y atmósferas duras, pero elegidas
A pesar del contenido brutal, el estilo no sacrifica el trabajo formal: hay un afán por modular las escenas intensas, por generar atmósferas opresivas, por manejar la tensión narrativa entre lo explícito y lo implícito. No es literatura “desorganizada” del horror: hay control, hay ritmo, hay pausas. Esa tensión entre lo visceral y lo formal es lo que permite que el lector no se anquilose ante el impacto.
Visión crítica constante del poder y el cuerpo
Una de las líneas más persistentes es su interés en cómo el poder se ejerce sobre el cuerpo —el cuerpo humano en su dimensión política, simbólica y biológica—, y cómo la violencia operativa (religiosa, estatal, tecnológica) interviene en lo corporal. Esa mirada no es episódica sino un eje vertebrador. No es solo horror por horror, sino indignación moral traducida en ficción.
Capacidad de generar debates y múltiples lecturas
Sus historias admiten lecturas múltiples: crítica ecológica, crítica de género, análisis del neoliberalismo, reflexión ética sobre el consumo, etc. Esa polisemia permite que sus obras no sean ficciones cerradas, sino nodos de interrogación hacia distintos frentes del presente. Además, sus textos han logrado resonar internacionalmente, lo que demuestra que esas preguntas no son meramente locales sino universales.
Debilidades recurrentes o zonas de tensión
Ninguna obra es perfecta, y en el conjunto literario de Bazterrica también se perciben puntos débiles o aspectos susceptibles de mejora:
Riesgo de exceso alegórico o distancia emocional
En varias lecturas se ha señalado que cuando una ficción es demasiado extremo en su metáfora, puede ocurrir que el lector se sienta desplazado, incapaz de entrar al drama por la aversión al “horror puro”. Si el artificio alegórico supera el anclaje humano, puede volverse irreal o hacer que la crítica pierda su fuerza simbólica. Ese riesgo de que la ficción “se aleje del lector” es un desafío persistente.
Repetición temática y novedad escasa
Aunque sus obras giran en torno a las variaciones del horror institucional, en algunos casos los planteamientos pueden parecer reiterativos: el mismo tipo de apertura narrativa —un mundo terrible ya en marcha—, personajes atrapados que intentan resistir, conflictos morales internos. Esa repetición puede restar sorpresa narrativa o provocar que ciertas resoluciones se anticipen. En especial cuando el lector ya está familiarizado con su obra más reconocida, el margen de novedad puede estrecharse.
Algunas implausibilidades narrativas o vacíos de lógica interna
Algunos críticos o lectores han cuestionado que en sus universos extremos falten justificaciones sistémicas o explicaciones plausibles para el grado de funcionamiento de los regímenes que describe. Por ejemplo, en la novela sobre canibalismo institucional, la transformación radical de la sociedad podría parecer tan extrema que el lector exige más cohesión interna o mecanismos creíbles. Esa exigencia de verosimilitud puede chocar con el impulso alegórico y simbólico.
Limitaciones en el arco de personajes secundarios o profundidad psicológica
En ciertos pasajes los personajes secundarios pueden sentirse más funcionales que autónomos, es decir, existir para activar conflictos simbólicos más que ser sujetos plenamente desarrollados. Esa falta de densidad en secundarios puede debilitar el impacto emocional, porque el lector puede verle “utilitarios” a algunas figuras. En consecuencia, la tensión moral puede recaer excesivamente sobre los protagonistas, con menor ecualización del coro narrativo.
Tensión entre el horror explícito y la lectura estética
La coexistencia de violencia explícita con exigencia estética a veces genera tensión: ¿cuánto mostrar? ¿cuándo contener? Hay momentos en que el horror demasiado frontal puede saturar al lector y dificultar su inmersión, mientras que en otros momentos la contención excesiva puede aminorar el efecto crítico. Esa oscilación es inevitable en literatura que aspira a ser estética y moral al mismo tiempo, pero puede generar desequilibrios puntuales.
Valoración de obras emblemáticas desde esta óptica
Para ilustrar estos puntos con ejemplos, hay dos obras clave:
En la novela del canibalismo institucional, su fuerza simbólica es inmensa: convierte la cadena alimentaria en alegoría del capitalismo, fuerza al lector a cuestionar la deshumanización del consumo. Pero algunos lectores sienten que la premisa es demasiado extrema para creerla sin resquicios. Esa tensión entre la potencia del concepto y la exigencia lógica interna es ejemplar de sus fortalezas y debilidades.
En su obra más reciente, donde un convento convertido en enclave teocrático oprime a mujeres, la autora reinventa la distopía con enfoque de género y violencia simbólica. Ahí su capacidad para mostrar la opresión interior (cómo las propias mujeres reproducen las reglas) funciona muy bien. Sin embargo, la densidad simbólica a veces exige que el lector soporte periodos de tensión sin alivios narrativos explícitos, y algunas figuras secundarias no siempre terminan de adquirir pleno relieve.
Confrontación ética y literatura transformadora
Uno de los méritos más importantes es que su obra no se contenta con presentar el horror: aspira a interpelar. En entrevistas ha dicho que “la apatía también es una elección”. Esa idea atraviesa sus ficciones: no es que el horror exista “afuera”, sino que hay corresponsabilidad del lector que mira. Esa dimensión ética (no moralista, sino interrogativa) convierte su literatura en acto político.
También su compromiso con el cuerpo como espacio de lucha —cómo se gobierna el cuerpo, cómo se somete, cómo se habita— es una contribución notable. Al hacerlo desde ficciones radicales, provoca que lo marginal de sus mundos ilumine lo cotidiano de los nuestros, que lo que parecía simbólico deje de ser azorado pues se parece al presente.
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